Las mariposas amarillas lo seguían a todas partes.
Terminaba ciego si lograban envolverlo a plena luz del día, las alas de los
insectos se confundían con el sol y hacían imposible continuar el camino. Cuando por fin pudo ver el pueblo, notó que
un hilacho misterioso de sangre hacía un recorrido diario de una casa a
otra. Sintió que le faltaba el aire.
Cerró el libro. Visitaría Macondo en otra oportunidad, tal vez en las próximas
vacaciones.
Andrea
Crespo Madrid, 20 años, Salamanca,
prof Paula Pessanha Isidoro
Reto 49 – historia medio loca sobre las vacaciones
Sem comentários:
Enviar um comentário