Después
de horas de viaje y cuando la noche estaba cerrada, conseguimos llegar al
“sueño rural”: camas de paja, olor a gas y un paisaje monótono en el exterior.
Pradera simple y llana. ¿Y ahora, qué? El sueño rural para desconectar del
complejo mundo de ciudad se había convertido en nuestra peor y aburrida
pesadilla. Es una pena ser esclavos del mundo digital y no poder disfrutar de
la pradera simple y llana como animales que somos…
Lexuri Márquez, 21 años, Badajoz, prof Paula Pessanha Isidoro
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